Una canción puede cambiarlo todo. Y en un pueblo de Río Negro, la música se convirtió en la chispa que rompió el silencio y permitió que se conociera una dura verdad. La canción se llama “Hay secretos” y fue interpretada por el grupo santafesino Canticuénticos, que desde hace más de una década recorre escenarios con un mensaje profundo y comprometido.
La historia comenzó cuando una niña escuchó el tema, cuya letra afirma: “No se tienen que guardar los secretos que hacen mal”. Esas palabras hicieron eco en su corazón y la impulsaron a contarle a su madre que un vecino del barrio había abusado de ella. A partir de su valiente testimonio, otros niños del mismo lugar también se animaron a hablar. Todos señalaban al mismo hombre.
Este hecho estremecedor demuestra el poder transformador del arte cuando se pone al servicio de causas urgentes. Canticuénticos, integrado por Ruth Hillar (voz, flauta y acordeón), Daniela Ranallo (voz), Laura Ibáñez (voz), Gonzalo Carmel (bajo y coros), Daniel Bianchi (guitarra, charango y coros), Nahuel Ramayo (batería, percusión y coros) y Sebastián Cúneo, lleva años creando canciones que combinan la ternura del juego con temas que tocan fibras sensibles.
“Hay secretos” no solo educa a los más chicos sobre los límites del cuerpo y el respeto, sino que también empodera. Enseña a diferenciar lo que puede guardarse en silencio y lo que necesita ser dicho, sin miedo.
Gracias a esta canción, una comunidad entera abrió los ojos. Y lo más importante: algunos niños dejaron de estar solos.



