Una historia profundamente conmovedora y desgarradora salió a la luz en los últimos días. Yago, un joven con discapacidad motriz, decidió alzar la voz y denunciar públicamente una situación de violencia que, según relató, sufrió durante años dentro de su propio hogar. Lo más impactante es que el agresor señalado no es un desconocido, sino su propia madre.
Con un relato firme y cargado de dolor, Yago detalló que fue víctima de violencia física, psicológica y económica. Golpes, escupitajos, amenazas constantes y un entorno de hostigamiento permanente marcaron su infancia y adolescencia, según expresó. Además, el joven aseguró que su madre se interesaba únicamente por la pensión que él recibía debido a su condición, mientras desatendía por completo sus necesidades emocionales y personales.
Durante mucho tiempo, el miedo y la dependencia económica le impidieron hablar. Sin embargo, con el paso del tiempo y la contención adecuada, Yago logró reunir el valor necesario para realizar la denuncia judicial correspondiente y exponer lo vivido.
Este caso ha generado un fuerte impacto en la comunidad y reabre el debate sobre la violencia intrafamiliar, especialmente cuando las víctimas son personas con discapacidad. La historia de Yago, más allá del dolor, también es un llamado urgente a escuchar, a acompañar y a no mirar hacia otro lado ante situaciones de abuso.
El joven hoy busca justicia, pero también reconstruir su vida lejos del maltrato, con la esperanza de que su testimonio sirva para que otros se animen a hablar y sean protegidos.
